lunes, 28 de enero de 2013

Crónicas del comienzo de 2013.

Este año Gatobriel ha tenido muchas tareas y también ha pasado por varios momentos. En tan solo un mes son muchas las historias que se han tejido y que incluyen los muñequitos de trapo. Estoy contenta por muchos motivos, así que sin demoras empezaré a contarles, también lo que pasó desde que finalizamos el taller de títeres de trapo.

El taller finalizó abruptamente pues los asistentes empezaron a tener inconvenientes de tiempo, sin embargo, la discusión y los temas que planteamos ayudaron mucho a mejorar tanto la manera en que hacía los muñecos y cómo orientarlos hacia el movimiento, como las razones por las cuales se hacen. Me alegró que  muchos tuvieron la oportunidad de empezar a explorar este mundo. Aprendimos de la historia de los títeres, hicimos quitapesares y títeres de pájaros con los cuales se puede jugar, proyectamos videos y hablamos de promoción de la lectura, futuros proyectos, etc. Diseñamos una Frida Khalo y un tierno Salvador Dalí de trapo, y cabe destacar que Mateo, con su raro estilo de hacer muñecos (para muchos un tanto asustadores, costuras hacia afuera y otros detalles timburtianos), tiene en sus planes varias cosas con los muñecos, que incluyen obras de teatro y performances.

Creo que he empezado a orientar mi trabajo al diseño de personajes, eso me tiene contenta, pensar en escritores, cantantes, actores, artistas con los cuales se pueda jugar. Curiosamente, hace unos días, encontré en una librería Gandhi del DF a Dalí, Wilde y Marx en versión muñeco. El precio estaba fuera de mi alcance (y la barba de Marx era demasiado lisa para mi gusto), pero me dieron ideas. Acá les dejo la foto de Dalí.

Más o menos hacia noviembre me encargaron una Chavela Vargas de trapo, especial y para regalarle a una de mis mejores amigas. Hice dos intentos, el primero fue bien aburridor porque no quedó nada parecida, pero la segunda Chavelita fue un éxito. Está pendiente la foto, espero que ella le tome una y me la pase.

En la Academia, para el cierre de actividades de 2012, se planeó un taller para los niños en el que se hicieran muñequitos de nieve. Un día antes me esguincé torpemente un pie y entonces María, la profe de violín y hermanita de mi parcero y compañero de viajes don Saulo Vagalis, quedó encargada de realizarlo. El acercamiento fue una buena entrada, Maris se pasó por la Biblioteca y con las instrucciones que rápidamente pude darle realizó el taller. Lleva este tiempo haciendo gaticos, conejos, muñequitos varios con telas y está contenta. Antes de salir de Bogotá vi lo último que estaba haciendo y me encantó. A ella también le encargaré fotografías, para empezar a difundir y promocionar lo que está haciendo. Creo que a mucha gente le encantará, es muy cuidadosa y sabe poner los detalles bonitos que hacen que el muñeco sea original y especial.

A finales del año pasado un viejo amigo, con quien había trabajado en los Paraderos Paralibros Paraparques de Fundalectura, me encargó una Coraline de trapo para su hijita, le dediqué tiempo y trabajo, y me alegró pensar que los muñecos han sido una manera de reencontrarme con gente a la que admiro y aprecio un montón.

Cuando salí a vacaciones indefinidas, jeje, partimos con Mateo para el Cabo de la Vela, en la zona de la Guajira colombiana, y allí, aunque no llevé telas ni muñecos hechos por mí, llevé al bueno de Chuchicuchi, el muñequito que me ha acompañado desde hace seis años en todos mis viajes. Como no he hablado nunca de él, les contaré que me lo regaló una amiga del colegio y que desde ese momento me enamoré de él. Es hecho por un taller de muñecos colombiano que se llama Lilliput, hacen animales y arlequines, duendes, dragones, todos bellísimos. En el Cabo, me puse a jugar con Cuchicuchi y las niñas wayuu que por ahí andaban se divirtieron. Lo pusimos a bailar, a decir cosas y a moverse, y me propuse volver allí a hacer los muñecos con ellas y a aprender en forma de lo que hacen allá. Todas saben tejer mochilas desde chiquitas, y tienen una habilidad excepcional. Gracias a un librito de Libro al Viento, llamado Pütchi Biyá Uai, sabía algo de las wayunkerras que hacen en esta región, así que hay algo por dónde comenzar.

Después de pasar por El Cabo, tomamos rumbo hacia Venezuela, estuvimos poco tiempo, pues había que regresar a Bogotá, pero Kristoff, un chico que conocimos en la Librería La Rama Dorada, en la ciudad de Mérida, me compartió el trabajo que hace una tía suya, Adriana Martínez, a la que desde ahora admiro un montón. Hace vírgenes, abuelitas, gatos, toda una gama de muñecos de trapo tradicionales. ¡Miren esta Virgen de Guadalupe! ¡Es preciosa! En una exposición que hizo hace un tiempo, puso estas palabras que, para mí, tienen la esencia de lo que significa hacer muñecos:


El muñeco de Trapo tradicional tiene una virtud: tiene Alma.
Está hecho con los suspiros del día, con las telas encontradas en el camino.
Tiene en su rostro la sonrisa que vemos dibujada en nuestros sueños y sus ojos pueden ver el corazón de quien le está dando vida.
Nuestras abuelas lo sabían, por eso hablaban con ellos mientras los hacían, y así tuvieran un brazo más largo, o la nariz chinga o un ojito más grande que el otro, para ellas eran los muñecos más lindos que había visto.
Por supuesto, no hay muñeco de trapo sin nombre, todos tienen el suyo… Y no solo eso, tienen nombre y también tienen historia… Pero esa historia ellos mismos se encargan de contártela.
Son excelentes amigos, una hermosa compañía, y son muy buenos escuchando.
Son seres realmente mágicos y maravillosos.
Adriana Martínez de Fernández.

Después de tan gratas sorpresas en ese país (que no es como lo cuentan los horrendos medios masivos de incomunicación), regresamos a Colombia con una tierna campesinita venezolana, que ahora comparte lugar con la ecuatoriana y la mexicana de trenzas en el cuarto de mi hermanita.

A los pocos días regresé a México después de dos años, este país que siempre me recibe bien, y al que tanto quiero. Bárbara, mi gran amiga, me dio la bienvenida en casa con una muñequita típica. Les comparto una foto, aún no le he preguntado su nombre, pero ella, como muchas de las tradicionales, tiene un chiquito en sus brazos. 

Dejé las telas con las que suelo trabajar en Bogotá, como un banco de telas al que pueden ir quienes estén interesados en elaborar sus propios muñecos y juegos, Maris sabe que puede pasar cuando quiera. Acá Verónica me llevó a un lugar enorme, donde venden retazos de telas por kilos. Imagínense dos pisos, más o menos cuatro habitaciones llenas hasta el techo de telas de todos los colores, estilos y texturas. He hecho tres muñequitas, Valeria, Violeta y Victoria (por ahora ando con la V pegada, ha de ser porque pienso en Verónica y en Venezuela, y tengo pendientes esas dos chiquitas que aún están en mi cabeza). Les dejo fotos y recuerdos. Mi idea es pasarme por el mercado de Chapultepec el otro domingo, ver lo que allí tienen y mostrar lo que llevo haciendo. Espero poder ponerle mi pensamiento a cada elaboración. Ha de ser verdad que ellas tienen alma, y que en ellas  también está la fuerza para seguir esta aventura.

Valeria
Violeta
Victoria